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miércoles, 13 de agosto de 2014

Comentando a Homero


Comentando a Homero (IV)
En esta ocasión voy a ver un pequeño fragmento procedente de la Odisea relacionado en parte con la anterior entrega. En ellos vimos una exposición de una ética aristocrática y una justificación de los privilegios de la nobleza en base a sus deberes en la guerra y en la asamblea, que son donde el héroe obtiene, por otro lado, la gloria y el prestigio que hacen que su nombre tenga fama y renombre y sea alabado por los poetas.
El fragmento a tratar en el presente es el que sigue. Pertenece a una intervención de Telémaco ante la asamblea de los aqueos donde están presenten tantos los nobles como la masa del pueblo, aunque ésta en general como mudo testigo. Las palabras a comentar son:
“Si Zeus me lo da, tomaré de buen grado ese reino. ¿O es qué piensas tal vez que reinar es la gran desventura de los hombres? No así, bien de cierto que el rey por de prono tiene bien abastada su casa y sin par es su honra. Pero hay otros reyes en Ítaca, jóvenes unos y mayores los otros, ya son multitud, que se quede uno de ellos al frente del reino.”
OD, I, 395-401
En este caso trata acerca de una figura interesante que es la de la monarquía. Ya Aristóteles, en su Política, diferencia entre las diversas formas de monarquía la de los reinos aqueos que menciona Homero. No hay que confundir al rey de Ítaca en este caso con los otros reyes que menciona Telémaco. Es una traducción de basileus que era el término que equivalía a rey en Homero y en la Grecia arcaica pero que en época homérica designaba a un personaje menor.
Los otros reyes son los nobles, cada uno soberano en su propio oikos y dueño absoluto de la vida de clientes y esclavos. El rey, Odiseo antes de ir a Troya, era el primus inter. Pares y tenía sus propios dominios como un noble más. Sus potestades como soberano eran más bien pocas e Ítaca no parece haber padecido demasiado tras veinte años de ausencia del soberano. Sin embargo le vemos liderar a las tropas de su reino que van a la guerra de Troya y vemos que, como dice Agamenón, tiene poder total en la guerra incluso para condenar a muerte si lo cree necesario. Además, y como bien dice Telémaco, el rey tiene bien abastada la casa y sin par es su honra. Aunque era cierto que el rey sólo podía venir de los nobles está claro que tenía que ser rico, pero este verso parece indicar que recibe, sea como sea, regalos de los nobles y tal vez de los demás ciudadanos. Quizá esos regalos que devoran con tanta así los reyes según palabras de Hesíodo. Amen, por supuesto, de la honra que la posición supone.
El quién llega a ser rey también es un tema interesante. No se es rey por herencia o no habría ningún problema en el trono de Ítaca, pues Telémaco heredaría el trono si a Odiseo se le da por muerto, pero no es así. Los pretendientes le reconocen el derecho a las posesiones paternas, pero el quién será rey tras Ulises es un tema inseguro. Tampoco queda claro por qué Laertes sigue vivo y no recupera el trono ni por qué Odiseo llegó a ser rey en vida de su padre. Puede recordarse que Menelao sucedió al rey Tindáreo de Esparta, que era su suegro y “padre” de Helena. Agamenón, por otro lado, reclamaba el trono de Micenas por la legitimidad de su padre, Atreo. También se esperaba en Troya que Héctor, como el hijo más destacado y tal vez el primogénito de Príamo –ese punto no se menciona en Homero- sucediera a su padre y fuera soberano de los troyanos. Las palabras de Telémaco, por el contrario, parece que la monarquía pudiera ser electiva y que cualquier noble podía ocupar el trono. O quizá incluso cualquier ciudadano.

El héroe homérico parece a veces ser el noble y a veces todo ciudadano que sea propietario y pueda participar, en mayor o menor grado, en el consejo y en la guerra, sea destacando como los nobles o en la masa anónima. Sin duda los pequeños propietarios que componían la falange ni soñaban con la corona, pero quizá en teoría podían aspirar a ella, aunque seguramente los viles estaban descartados de entrada.

Orestes reunió en la leyenda los tronos del Peloponeso por herencia familiar. Otro caso fue el de Edipo, que casó con la reina viudad Yocasta y por eso se convirtió en rey de Tebas y sucesor de Layo. Es cierto que éste era su padre, pero eso no era conocido cuando ascendió al trono de Beocia. Así, pues, los rasgos de la herencia de las monarquías homéricas son ambiguos.