Comentario a la Historia de Europa
Una de las cuestiones que siempre me ha llamado la atención
es, en relación con la caída del imperio romano y la conformación de los reinos
germanos sobre el solar dejado por ello, sobre cuándo surgió lo que actualmente llamamos Europa, es decir, una
concepción de que los países del continente conformaban cierta unidad
diferenciada de otras regiones y culturas como, por ejemplo, el mundo islámico.
Especialmente puntos relevantes al respecto era la consideración que los
citados reinos debían tener y qué valor había que asignar a la obra de
Carlomagno. Quiero exponer a continuación lo que actualmente sostengo, fruto de
diversas reflexiones, acerca del paso del mundo antiguo al medieval y la génesis
europea.
He de advertir desde el principio que lo que sigue es una
interpretación subjetiva que no se sustenta en un estudio ni erudito ni
riguroso. Mi campo de interés es la antigüedad clásica, con preferencia el
mundo de las ciudades griegas, por lo que estoy ahora lejos de mi terra laboris. Se podría pensar que es
extraño, pues, que diga esto aquí cuando tengo otros artículos en que abordo
incluso épocas más lejanas, pero en ellos sólo expongo conocimientos que tengo
por ciertos por diversas fuentes –apuntes de clase, lecturas- con fin
divulgativo. En este caso, a diferencia de ello, es una reflexión propia
completamente. Dicho esto, añadiré que, para que quede mejor expuesta mi idea
voy a ceñirme a una exposición cronológica de los diversos puntos que considero
importantes en la transición desde Roma hasta la Europa antigua.
Y, en esa línea diacrónica, debo partir desde la caída del
imperio romano. Ciertos historiadores prefieren ahora hablar de un conjunto de transformaciones y lo cierto es que,
según he profundizado por mis lecturas en este tema que tantas pasiones
despierta, estoy actualmente cerca de esa postura. El imperio romano no cayó de una forma tan simple como puede
creerse por la sencillez del vocabulario a veces empleado y no hemos de olvidar
que, a pesar de las realidades fácticas de los hechos y situaciones, las
ficciones oficiales no dejaban de tener su importancia. Por ejemplo, cuando el
emperador de Oriente nombró a Odoacro, caudillo hérulo que depuso a Rómulo
Augustulo, como magister militaris y
le “encomendó” el gobierno de Italia, estaba camuflando la realidad del fin del
gobierno romano de occidente con el manto de un falso acto legal. En Italia
Odoacro era el auténtico gobierno, pero se mantuvo la ficción de que seguían
siendo súbditos de un emperador romano, aunque fuera el de Constantinopla. El
propio Odoacro ganaba así en legitimidad de cara a la mayor parte de la
población autóctona. El foedus que
concedió Roma a los visigodos y por el que los estableció en el sur de la Galia
y el pacto que buscó Genserisco para los vándalos tan insistentemente eran del
mismo calado. El imperio romano se colapsó, sus fuerzas militares se vieron
superadas y los bárbaros se asentaron en su interior, pero no pudieron siquiera
pensar en crear verdaderos reinos sin
la ayuda romana.
Muchos han visto, sobre todo desde la óptica nacionalista,
en alguno de los reinos bárbaros el antecedente de los actuales países. Por
ejemplo el reino visigodo se ha puesto como antecedente de España, pero es una
idea errónea. Eran reinos que combinaron las estructuras de poder propias de
las tribus germanas del siglo IV y los rescoldos que quedaban de la
administración romana. La homogénea base romana
dio cierta unidad a los diversos reinos surgidos, entre otros aspectos, por la
progresiva conversión de los pueblos germanos a la religión católica. En
cualquier caso eran estructuras un tanto artificiales
en tanto se configuraron no según realidades sociales sino meramente fortuitos
militares. Que los visigodos se establecieran en la península se debió sobre
todo a su expulsión de la Galia por los francos a inicios del siglo VI. La
visión pues de uno reino visigodo que dio unidad a una esencia nacional preexistente –según algunos
desde Roma- es falsa. La mayor parte de los reinos germanos nacidos a lo largo
de los siglos V y VI, además, no pervivirían: los visigodos, uno de los más
duraderos, sería devorado por la expansión islámica en el VIII. Los vándalos
cayeron antes, en el VI, ante el empuje bizantino del emperador Justiniano, que
también combatió duramente a los ostrogodos, establecidos en Italia desplazando
a los hérulos y que posteriormente serían vencidos por los longobardos. Las
islas Británicas, afectadas por las invasiones de anglos, jutos y sajones desde
inicios del V, aún conocería invasiones de más peso a lo largo de los siglos
posteriores. No hay que confundirse por el uso político que podamos ver de
estos reinos. Que los reyes de Asturias se proclamaran herederos de los reyes visigodos responde a un interés de
legitimación política, no a una visión histórica con fundamento. Ante todo
quiero decir que fueron reinos pasajeros, sin una relevancia decisiva en su
mayoría y que su historia se configuró más por el azar que por ciertos
determinismos que buscan sin cesar diversos nacionalistas.
La única excepción a esa norma fue el reino de los francos,
fue el único que logró perdurar e incluso evolucionar,
marcando el traslado del núcleo cristiano desde el sur mediterráneo de Italia
hasta el norte continental dónde todavía hoy está el corazón del continente. En
el siglo VIII la casa real de los merovingios, progresivamente debilitada, fue
sustituida con el ascenso al trono de Pipino el Breve. Éste, que fundamentó su asalto al poder en el control de
todas las mayordomías reales, consolidó el poder del rey sobre el territorio y las fronteras del reino franco. Ya su
padre, Carlos Martel, había derrotado en 732 en Poitiers a los islámicos,
poniendo freno a la expansión del califato, que había devorado a los visigodos.
En esta época el Papado se acercó a los francos. Con nulas fuerzas propias,
asediada progresivamente por los lombardos y distanciada y enfrentada por
causas políticas y religiosas del emperador
romano de Constantinopla, la Iglesia de Roma necesitaba un protector
poderoso y Pipino, rey de los francos, y su sucesor, el rey Carlos el Grande, o mejor dicho, Carlomagno,
fueron los más indicados.
El Imperio Carolingio, base de lo que
se consideró el I Reich Alemán (800-1804)
ocupa una posición interesante. ¿Fue el primer gran estado medieval, la génesis
de Europa? El emperador Carlomagno a veces ha sido considerado precisamente
como el padre del continente, pero yo
no lo veo así. Cuando León III coronó emperador
a Carlos no pensaba precisamente en Europa y las pretensiones del entonces
ya soberano imperial (desde el 25 de diciembre del 800) no miraban hacia el
futuro, sino al pasado. La Europa posterior al siglo V había configurado una
jerarquía de reyes que, en teoría, debía sumisión al gran monarca: el Emperador Romano de Constantinopla. A
pesar de su desaparición de facto de occidente, la idea del Imperio, de un único Imperio, un único Imperio que
correspondía a una única Iglesia, ambos consagrados al servicio del Único Dios
Verdadero, era muy conocida y particularmente querida por el Papado. Las
disputas y las diferencias entre Roma y Constantinopla y el enfrentamiento por
la supremacía entre el Papa y el Soberano bizantino
llevaron a un distanciamiento casi irreparable. En el año 800, tras ya varias décadas
de alianza entre Roma y los francos, la situación vacante en Constantinopla
dado que Roma no reconocía a la emperatriz Irene como legítima soberana, dio a
León III la oportunidad de oro de culminar los planes papales: coronar un nuevo
emperador más acorde a los deseos y a la visión religiosa y política de Roma.
León III no pretendía crear otro imperio junto al de Oriente, sino desplazar a esa potencia heterodoxa
y enfrentada a la autoridad Papal por un Imperio auténticamente católico que respaldará la supremacía del obispo de
Roma sobre toda la Iglesia y la doctrina aprobada por él. Carlomagno nunca
llego, por las dificultades diplomáticas que conllevaba, a denominarse emperador romano, aunque finalmente
logró el reconocimiento de su título imperial por Constantinopla, pero la idea
esencial que subyacía bajo su nuevo y más alto solio era esa. Carlos quería
regir un nuevo imperio romano e incluso intentó proponer un matrimonio con la
emperatriz Irene que llevara a la unión de Occidente y Oriente, pero la
deposición de aquella lo hizo totalmente inviable. Visto lo visto, el imperio
de Carlomagno no era una entidad antigua:
se basaba en las fuerzas de su tiempo que serían las que con el tiempo darían
nacimiento al mundo feudal, pero tampoco era propiamente una entidad medieval y
su ideología política miraba más a la Roma de Constantino que a lo que sería luego
el Imperio de los Otones.
Una fecha importante es 843. Carlomagno había fallecido en
814, sucediéndole Luís el Piadoso. La
muerte de sus hermanos impidió la división del imperio carolingio a la muerte
de su padre, pero sus hijos, ya en vida de Luís, se disputaron sus pedazos
hasta llegar a un acuerdo en el Tratado de Verdúm del 843. El Imperio se
dividió en tres partes que en general eran Francia, Alemania y una franja de
tierra entre ellas que recorría más o menos de lo que hoy es Bélgica hasta
Italia y que se llamó, por el nombre de su gobernante, Lotaringia. Esta
división es el punto en que yo colocó la fecha de arranque de la historia
de Europa.
El primer siglo de la historia europea así arrancada,
segunda mitad del siglo IX y primera del X, fue de caos y desorden. Fueron los
tiempos de los más feroces embates vikingos, de las migraciones de pueblos
desde el este como los húngaros y de una gran y mayor división de los reinos,
con un desgaje y decadencia del poder de los reyes y de los pretendidos “emperadores”
del momento. Sin embargo fue sobre ese tapiz sobre el que se empezaría, ya en
el siglo X, la construcción de la actual Europa. Y esos primeros pasos se
dieron en Alemania.
La obra la inició Enrique I el Pajarero, que se esforzó en la unión de los territorios alemanes
y que fue el primero en dirigir los esfuerzos de expansión hacia el este, en la
famosa Drag Nach Osten. Para poder
gobernar sobre los grandes duques tuvo inicialmente que hacer concesiones como
confirmar la hereditariedad de los ducados, aunque luego se apoyó en los
condes, a los que busco consolidar en sus posiciones de cara a menoscabar el
poder ducal. Su poder, fuera de sus propios dominios, a los que agregó por
conquista el territorio de Lorena en el 925, era ambiguo y difícil de definir,
siempre en un complicado juego de poderes con la nobleza, pero consolidó su
posición en su natal Sajonia y puso los cimientos para la gran obra de su
sucesor.
Otón I sucedió a su padre Enrique en el trono a la muerte de
éste en 936. Otón I volcaría sus esfuerzos en la consolidación del poder
monárquico y lo haría por distintas vías: la alianza con la Iglesia Imperial, que recibiría
privilegios a cambio de poner su excepcional y tupida red de poder e influencia
local al servicio imperial, así como de proveer hombres de buena formación para
las necesidades administrativas que el soberano precisaría. Otro medio será
continuar respaldando a la nobleza menor de los condes, a los que se respaldará
políticamente, mientras a los grandes duques se les ponen cada vez más trabas,
pues eran más independientes del poder central. Otón buscó convertirse en el
gran soberano supremo y en el líder de una creciente entidad más consciente de
su esencia. Las victorias militares contra los magiares en Lechfeld y contra
los húngaros en Recknitz (955) reforzaron su posición. También consiguió ser
coronado rey de Italia, donde
intervino en varias ocasiones. El 3 de febrero del 962 finalmente consiguió su
gran meta al ser coronado por el papa Juan XII como nuevo Emperador Romano.
Otón I fue el primero que intentó llevar a la práctica un
esquema social basado en una Europa cristiana conformada por reinos y cuya
cabeza estaba constituida por él como Emperador. Era el mismo plan que tenía el
Papado y por eso, sobre todo desde el siglo XI con el enfrentamiento entre
Enrique IV y Gregorio VII se daría lugar a la pugna por la supremacía entre el Imperio y el Papado. Esta disputa por la supremacía universal entre la monarquía
imperial y la papal creo cada vez más que fue la causa de que se perpetuara la
división de Alemania e Italia. El caso italiano, dado el carácter religioso del
Papa, es más discutible, por lo que lo obviaré aquí, pero el Emperador nunca se
centró en la sumisión real de Alemania y en la constitución de una monarquía
fuerte por sus pretensiones imperiales.
Y mientras el Emperador y el Papa peleaban por el sitial de
honor otros lugares iban alzando la cabeza. En el siglo XI los Capeto pondrían
las bases de la gran Francia, al tiempo que los normandos irrumpían en
Inglaterra. Las figuras enemigas de Felipe II Augusto en Francia y Enrique II en Inglaterra, padre del famoso
Ricardo Corazón de León, son muestras
de las nacientes monarquías occidentales. Los reyes franceses, ingleses y otros
soberanos europeos en menor medida, como los castellanos y aragoneses que en
esos tiempos propulsaban la reconquista,
consolidaron su posición y se enfrentaron a la nobleza. Europa se estaba
expandiendo (la marcha al este de los alemanes, la reconquista, las cruzadas,
la conquista del mar) y el renacimiento
del XII trajo las universidades y recuperó el derecho romano, la noción de
Estado y la filosofía de Aristóteles. Para cuando quiso darse cuenta el Emperador se había convertido en un
príncipe alemán más que sólo podía aspirar a gobernar en sus propios dominios.
La victoria final Papal no fue más satisfactoria, pues los reyes se mostraron
deseosos de regir sus propios asuntos, incluyendo el control de sus propias
iglesias, y al final su poder quedó limitado al de ser un estado italiano más,
con las mismas armas y reglas que otros. Las políticas de un emperador como
Federico III o Maximiliano I y de un papa como Alejandro VI o Julio II, sólo
son entendibles dentro de esa realidad reducida a que los antaño grandes
poderes que pretendían ser la cumbre social europea habían quedado disminuidos.
Por cierto. Otón I se coronó como emperador romano, cosa a la que no había llegado Carlomagno. Su
imperio sí que era propia y totalmente medieval, y aunque era en esencia lo que
hoy conocemos como Alemania, los deseos de supremacía sobre la Cristiandad debilitarían la monarquía en
Alemania y con ello harían que no hubiera realmente una Alemania unificada
hasta la colosal obra del canciller Bismark. En 1034 la obra otoniana, entonces
bajo Conrado II, era conocido como el imperio
romano. Fue denominado Sacro Imperio en
1157 y Sacro Imperio Romano en 1254.
La expresión “famosa” de Sacro Imperio
Romano Germánico es más tardía y data de 1512. Poco después vendría la
imperial figura de Carlos I de España y V de Alemania. Como Carlomagno, este
Habsburgo también pensaba más hacia el pasado que al futuro, y su obra no fue
más que el intento de llevar a la práctica ese ideal medieval de dualismo en la
cumbre de la Cristiandad entre el emperador y el papado.
Creo, finalmente, que he expuesto mi visión de la
conformación histórica de Europa de forma relativamente clara y más o menos
sencilla. No me parece necesario ahondar más en la Baja Edad Media ni continuar
con la gran expansión europea: la colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII y la
imperial del XIX, concluida con el repliegue tras la segunda guerra mundial y
el intentó pacifico de unidad que es
la UE. Pero si terminaré este breve artículo con una exposición esquemática de
las partes que yo distingo en la Historia
de Europa:
-Europa antigua:
Desde el tratado de Verdúm, con la fragmentación del imperio de Carlomagno
hasta la coronación de Otón I. Es el período de mayor fragmentación y debilidad de Europa. Surge de los rescoldos de la antigüedad final (476-843).
-Europa pre-clásica:
Desde la coronación de Otón I (962) al ascenso de Enrique II el Santo (1002). Presidida la
Cristiandad por el proyecto imperial de los Otones, sobre todo por el
infructuoso intento bizantinista de
Otón III.
-Europa clásica:
Desde la elección imperial de Enrique II a la muerte de Federico II a mediados
del siglo XIII. Apogeo del enfrentamiento entre el emperador y el papado.
Progresiva construcción y consolidación de los reinos europeos, sobre todo
Francia, Inglaterra y los peninsulares (Portugal, León, Castilla, Navarra y
Aragón). Expansión europea hacia el sur (reconquista española, expulsión de los
sarracenos de Sicilia), hacia el este (marcha de los alemanes al este, papel de
la orden de los caballeros teutónicos), las cruzadas y el contacto con oriente
y el dominio creciente de los mares.
-Europa post-clásica:
Desde la caída del poder imperial con los últimos Hohenstaufen al
descubrimiento de América (1492). Debilitamiento de los poderes universales, el
Imperio y el Papado. Fortalecimiento de los reyes. Crisis de la peste negra y
recesión en todos los niveles. Guerra de los Cien Años. Los Reyes Católicos son los grandes
antecedentes de la siguiente época.
-Europa Imperial:
Expansión y predominio europeo en el mundo, desde la conquista de América por
españoles y portugueses hasta el esplendor del imperio británico en el siglo
XIX. Colonialismo entre los siglos XVI y XVIII, imperialismo del XIX y XX.
Desarrollo progresivo del capitalismo y de la revolución industrial. Revolución
científica del XVII, siglo de las Luces, liberalismo y revoluciones del XIX. Conflictos
entre las potencias europeas. Guerras Napoleónicas. Las dos Guerras Mundiales.
-Europa Moderna:
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pérdida progresiva de las colonias
y del papel de Europa en el mundo. Proyecto europeo de la UE.